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domingo, 4 de octubre de 2009

The quiet earth

Zac Hobson se despierta en su cama siendo el único ser vivo que queda de la extraña desaparición de los humanos en el planeta Tierra. Zac tendrá que estudiar y recordar los hechos que propiciaron la desaparación de los terrícolas para poder encontrar la solución que le lleve a devolver a la Tierra a todos los seres humanos.



Destripando.

Zac Hobson, científico imbuido en un experimento a escala mundial, despierta tras su intento de suicidio en la cama de su habitación. Sin recordar casi nada de lo sucedido la fecha anterior, recorre las calles de su ciudad abrumado por ser el único superviviente de la hecatombe.

Zac intentará por todos los medios encontrarle la solución al problema y evitar volverse loco por la soledad. En esa investigación, se dará de bruces con la encantadora Joanne y el misterioso Api. Dos personas que estaban a punto de morir en el mismo momento en el que el experimento se llevaba a cabo. Esa extraña coincidencia le lleva a Zac a planear una última y desesperada acción: volar el laboratorio donde se realizó el experimento.

Película de ciencia ficción que seguía la estela de películas como El último hombre vivo (con Charlton Heston) o Juegos de Guerra donde la hecatombe de la humanidad y la soledad de ser el único superviviente traían de cabeza a sus protagonistas. Aquí, en The Quiet Earth, Zac y sus dos amigos se verán en la tesitura de encontrar una solución a tiempo para que el futuro de la tierra no sea el de quedarse como la ceniza.

El protagonista (Bruno Lawrence, baterista de jazz en la vida real) refleja fehacientemente los pesares y las bondades de ser el único humano vivo. Así mismo, los encuentros con sus dos compañeros de Tierra, Joanne (Alison Routledge) y Api (Pete Smith; como curiosidad interpreta a un orco en El Señor de los Anillos), se muestran emocionantes y tensos (más lo segundo que lo primero).

El guión flojea bastante en la interrelación de los personajes, nunca me creí las relaciones de los unos con los otros, relaciones demasiado débiles y carentes de profundidad. Y también en la salida fácil (aunque también desesperada, si lo vemos desde otro ángulo) en la forma de resolver el problema que asola al planeta. ¿Hay alguna razón empírica para volar por los aires las oficinas donde se realizó el fatídico experimento como solución al problema del vacío terricola? ¿Se podía haber dejado más terreno al cerebro científico que al martillo pilón en la búsqueda de soluciones?

Aún así, The Quiet Earth mantiene un status sólido como película de ciencia ficción que nos muestra un inicio inquietante, un mundo catastrófico sin fisuras (un lugar que aunque fúnebre, siempre ha sido alguna vez soñado por el aquí presente) y un final perturbador.

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