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viernes, 31 de agosto de 2012

Ella



Ella, ácida como el disolvente, resbala por mi piel gracias a su dedo flotante.
Ella, sin fuego a la vista, tocaba almenaras en mi piel para denunciar a su enemigo.
Ella, sin ser yo quien provocara, provocaba largos estragos por su piel en mi boca.
Ella, lánguida como los segundos que evoca, paseaba suavemente en el minuto de mi lengua.
Ella, que enturbia los finales de mis cuentos, suspendía el principio de mi esperado sueño.
Ella, donde todo comienza, pertenece a los términos de la analogía suprema.
Ella, certera en su sinónimo de amor, odiaba con sus dientes mientras a mi me besa…
Ella, cerrada la puerta, toma el ascensor, se eleva, se eleva.

Break the habit

Tienes el ceño fruncido. Desde hace algún tiempo además. Ya no recuerdas si hace unas horas o hace una eternidad, pero si sabes que hace bastante tiempo, lo piensas fugazmente y sabes que es mucho, pero no encuentras la certeza
necesaria para creerlo. Notas que aunque pasan los días el vaso no se llena. No termina de ser suficiente. Falta algo. De vez en cuando notas un murmullo, una voz audible e ignorada que te repite el aviso de que sigues pisando las migas de un camino ya andado, otra vez. Cómo he llegado hasta aquí. Y el vaso vacío. Sales del pensamiento y te encuentras mirando la tele, cambias el canal por enésima vez. No echan nada. Te levantas cansado y te vas a dormir, mañana es otro día. Pones el despertador. Cuando miras el despertador ya es la hora, apenas soñaste