Tienes el ceño fruncido.
Desde hace algún tiempo además. Ya no recuerdas si hace unas horas o hace una
eternidad, pero si sabes que hace bastante tiempo, lo piensas fugazmente y
sabes que es mucho, pero no encuentras la certeza
necesaria para creerlo. Notas
que aunque pasan los días el vaso no se llena. No termina de ser suficiente.
Falta algo. De vez en cuando notas un murmullo, una voz audible e ignorada que
te repite el aviso de que sigues pisando las migas de un camino ya andado, otra
vez. Cómo he llegado hasta aquí. Y el vaso vacío. Sales del pensamiento y te
encuentras mirando la tele, cambias el canal por enésima vez. No echan nada. Te
levantas cansado y te vas a dormir, mañana es otro día. Pones el despertador.
Cuando miras el despertador ya es la hora, apenas soñaste algo. Una rutina
inherente se activa dentro de ti y no se despegará de ti. Te vistes y piensas
en lo que hay que hacer hoy. Sin tiempo para más, ya estás vestido como siempre
y ya tienes todo preparado. Hace frío fuera, creo.
Bajas a tu coche, con gestos automáticos abres la puerta, entras, cierras la
puerta, pisas el embrague y enciendes el coche. Metes primera, aceleras, metes
segunda, entras en el carril. Siempre en el mismo carril y a la misma altura.
Pones la radio y no hace ni falta que mires en la dirección en la que te
desplazas, porque lo hiciste ayer y lo vuelves a hacer hoy, y lo volverás a
hacer mañana. Llegaré en treinta minutos. Ya has previsto el atasco de la
mañana. Allí está, exactamente donde está siempre. Puntual.
Llegas al trabajo con dos minutos de antelación y saludas. En algún momento
pensaste que no llegarías a tiempo, pero no, disimulas y recitas el buenos
días. Buenos días a tu jefe, buenos días a las chicas del teléfono, buenos días
al becario y buenos días a tu jefe. Todos te devuelven el maquinal saludo. Te pones un café y te sientas
en tu mesa de trabajo.
Entonces sabes que toca el
modo ON, ese modo en el que ejerces tus funciones con la diligencia necesaria y
con una calidad suficiente, un nivel ni exquisito ni malo. Hasta que llega el
jefe tienes tiempo, le echas un vistazo al twitter, los trending topics, que
dice este y ese, en facebook la cosa está parada. Un evento de no sé qué y no sé
cuánto, tengo que probar Google+, en ese momento escapas al periódico del día,
un vistazo rápido a la sección digital de política, mirado de reojo porque ya
sabes de qué va el tema, sabes los titulares porque lo llevas viendo día a día,
mes a mes, año a año. Todo aquello ya te suena. Sí, claro, recortes por el bien
de todos. Sí, subidas para mí pero para ellos no. Te encuentras en el periodo
de la indiferencia, ya has pasado de la amargura, la esperanza y el cambio. Por
eso entras en la sección de deportes, ¿qué echan el finde? De paso entras en la
de gente, miras las dos primeras noticias que son las actualizadas, el resto
son pasado, ya visto. De las dos noticias actualizadas ya has visto una en
twitter, la otra la cuelgas rápidamente. Mientras lees la noticia que queda por
ver, tu imaginación se sume en la vida de esa otra gente, mirando desde la
distancia, divisando sus desventuras y sus venturas. A veces sientes un pequeño
fogonazo, muy tímido, apenas un calambre ínfimo que resplandece por un momento
en el interior, la posibilidad de protagonizar dicha noticia, lo que sería, lo
que harías con, no serías tan gilipollas como... Pero enseguida recuperas la
visión de las cosas, esa visión que ejerces en la realidad que te ha tocado
vivir, la realidad impuesta, en la que no sabes muy bien si te has sumido o si
te han sumido. Pero eso da igual, ¿qué piensa un punto sobre sí mismo al verse
en medio de un folio blanco? No lo piensas porque "¿entregaste ayer el...?", te preguntan, "No, ahora mismo lo...", respondes. Minimizas el navegador, cierras
twitter, vuelves a estar en modo ON; preparas los balances, facturas, envías
aquel documento, le recuerdas a esta lo que te debe enviar, envías lo que
debías enviar, te recuerdan la tarea de ayer, hoy había planeado, preguntas a quien
tienes que preguntar la razón de por qué no te ha llegado el documento, es
esencial para... también te preguntan por un documento que no enviaste ayer,
mierda, se me escapó, vuelves tras tus pasos y lo resuelves en cinco
nanosegundos, enviado, perdona, ayer se me fue el santo al cielo. Por un
instante notas el movimiento dinámico de la empresa, te sientes protagonista de
esa pequeña parte del engranaje, que cruje y se mueve, moviendo otras piezas
más allá; y notas una especie de inercia satisfactoria que produce la gestión
de las tareas diarias. Sientes el tacto exquisito y fugaz del control sobre el
trabajo ejercido, los problemas que llegaban a tu mesa y las soluciones que
salían de ella. La empresa en movimiento gracias a ti, qué pena que no te valoren
como al que más, bueno, no estoy tan mal. Me pagan más que a...
Cuando miras al reloj hay veces que notas como los segundos son años y como a
veces los años son segundos. Ni twitter, ni tuenti, ni facebook remedian
aquello. Es curioso, hay veces en las que preguntas: ¿Cómo es posible? Ya son
las dos y ni me he sentado a..., y otras veces que en tu cabeza toma forma la
expresión de la rutina: todavía son las dos, quedan... y tu mente pierde el
tiempo sondeando cálculos infinitos y conocidos.
Cuando llega la hora de
salir algo te dice "por fin" en el cuerpo, no podías más. Has dejado
alguna tarea que sabes que tenías en rojo, pero que puede esperar a mañana.
Sabes que no pasará nada, que ya lo has hecho más veces y es una conducta
generalizada. A lo mejor es reprobable, pero tu jefe no te ha dicho nada, y la
empresa es grande, sobrevivirá, tú sabes que el destino anual estará cerca
conforme vaya acercándose el final de año. Mientras tanto, la exigencia es
liviana en estos meses, siempre ha sido así y siempre lo será. Esto es como un
barco en calma chicha navegando desde hace veinte años al mismo destino.
Remaremos mañana, por hoy es suficiente. Hemos cumplido el cupo. Además, no hay
aviso ni de babor ni de estribor, no nos estrellamos, no hay nada contra lo que
estrellarse. Toca tranquilidad. Si tu capitán duerme, ¿por qué no vas a dormir tú
también? Etcétera, etcétera.
Dejas atrás el edificio al que volverás mañana y te encaminas al coche en el
que volverás mañana, notas un cambio subrepticio al cambiar el chip, vuelvo a
casa a descansar. Antes de entrar en el coche miras twitter, todos hablando a
la vez, demasiado texto entrecortado. Vuelves a casa en coche pensando en todas
las cosas que podrás hacer ahora, en estos días llamaré a, tengo que quedar
con... ah, tengo que hacer esto de. También piensas en que ya falta poco para
el fin de semana, tres días, bueno, dos y medio, no tengo claro lo que haremos
pero lo haremos cuando llegue el finde. Y si no improvisaremos.
Bajas de tus pensamientos y te das cuenta de que estás en el atasco. El atasco
es el maldito pan de cada día, el que sabes que te encontrará y del que no
podrás escapar, es la carga asumida desde el principio. Sabes que tardarás
tanto y habrá que hacer cuanto para asumir el tiempo perdido. Prevés el plan y
el itinerario minuto a minuto, cuando sales por la mañana y cuando llegas a
casa. Es prácticamente la única certeza que no falla. Siempre ha estado ahí
(excepto en agosto), siempre está ahí (excepto en agosto) y siempre estará ahí
(excepto en...).
Llegas a tu casa y abres, bajas, cierras la puerta del coche. Pip, pip, alarma.
Entras en casa. Piensas que ya es tarde y está anocheciendo. Las siete y media,
ya, maldito atasco. Quedan un par de horas, lo suficiente para
duchar-cenar-desvestir-pijama-película-cama. Mañana hay otro día, igual que
hoy.
Pones la tele y no ves la tele. Estás pasando los canales tragando minutos en
un lado y en otro. Llenando el tiempo de espera hasta que empiece la película
de la semana. Twitter no dice nada, Facebook no dice nada, nada digital que
entretenga. El viernes te bajarás de internet el capitulo que ya han estrenado
de la serie que estás viendo ahora. Sin darte cuenta ya son las diez, empieza
la película. La has visto pero al menos es distinta. Aún así cambias de canal
en algún momento de la misma, no estás cómodo, te suena todo lo que has visto.
Cambias, plic, plic, plic, el canal cambia, a ver aquí, y aquí. No echan nada.
¿Por qué pasa esto?, cuando quieres volver a la película ya te la sabes, ¿por
qué voy a verla de nuevo? Plic, plic, plic... Agarras el mando con fuerza,
aprietas los botones como aprietas la mandíbula, tienes el ceño fruncido. Desde
hace algún tiempo además. Ya no recuerdas si hace unas horas o hace una
eternidad, pero sí sabes que hace bastante tiempo, lo piensas fugazmente y
sabes que es mucho, pero no encuentras la certeza necesaria para creerlo....
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