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domingo, 27 de septiembre de 2009

Malditos Bastardos

Un grupo de judíos comandado por el teniente Aldo Rain se disponen a saltar sobre territorio nazi con un sólo objetitvo: matar soldados de forma cruel y sanguinaria.





Destripando, ironías de la vida.


Malditos Bastardos es de Quentin Tarantino. Esto quiere decir que tendremos frente a frente diálogos largos, desarrollos lentos, sangre a borbotones y alguna que otra bestialidad. Sello inconfundible del de Knoxville.

Después del visionado me queda clara una cosa: el trailer no es lo que realmente se expone en la película. Me explico, en el trailer visionado hasta llegar a la sala de cine, podía intuir que la película era una serie de desventuras y aventuras sangrientas de un grupo de soldados judíos comandados por el teniente Aldo Rain (Brad Pitt) con el único objetivo de amedrentar a las fuerzas del mal usando las técnicas mortales más salvajes: destripamientos, cabelleras recortadas, bates de beisbol, cabezas explotadas, dinamita... El trailer hacía una llamada con cuerno a los espectadores que quisieran vestir como vikingos empuñando hachas para ver a Tarantino escupir sangre. Y el film no es eso.

La propaganda resultó ser una parte (y pequeña) pues la cámara se centra en las otras historias cuyos personajes van personificando la venganza por un pasado doloroso. Mientras estas historias suceden y desarrollan, Rain y los suyos van dejando la sensación de ser una leyenda más que de bestialidades filmadas.

En el film se puede notar que Tarantino realiza escenas con pulso de cine clásico. Hay que decir que este muchacho tiene fuerza, talento e imaginación; cosas que ya hemos podido comprobar en sus anteriores trabajos. Esta vez Tarantino busca en sus dos personalidades: el gran cineasta que es (Pulp Fiction o Reservoir Dogs como joyas del cine) y el gran monstruo devorador de subgéneros que es (mostrado en la pantalla con los más extremos alardes de violencia gratuita y tacos al por mayor). Aún con una u otra personalidad, debéis dar por seguro mi total aceptación del cine Tarantino, a sabiendas de que te puede tocar la fascinante Jackie Brown o las insensatas ideas de un freak (Kill Bill).

Me gusta su cine aunque algunas veces sea repetitivo. No nos engañemos, en el cine actual Tarantino es propuesta de distinción. Es como mi amado Clint Eastwood, que lo mismo te hace un clásico con cuatro perras (Gran Torino) que enhebra una impersonal superproducción (Banderas de nuestros padres). Estos dos son ejemplos vivos de que ir al cine no sale tan caro.

Malditos Bastardos es Tarantino en lo bueno y en lo malo. Acompaña en la función Brad Pitt, que está soberbio sin el menor atisbo de esfuerzo por su parte (el teniente chusquero le sienta de maravilla). Y Christoph Waltz que es la gran revelación, su interpretación es majestuosa: drama y comicidad separados por gestos subrepticios.

A tener en cuenta la duración: dos horas y media. Espacio suficiente en el que se deleita Tarantino para resolver la duda de qué hacer con un bidón de sangre, un talento narrativo inigualable y un elenco actoral de primera línea.

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