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domingo, 30 de agosto de 2009

Vals con Bashir

Gracias a un amigo que le cuenta unas pesadillas recurrentes, Ari Folman descubre que no recuerda nada sobre un hecho, que relaciona esas pesadillas y su amnesia, acontecido tiempo atrás durante una misión militar en el Libano.
Es así como Ari inicia un viaje a través de los testimonios de compañeros de misión, periodistas y psicologos que van rellenando ese hueco vacío con unos hechos tan profundos como trágicos.


Destripando.

En parte documental y en parte película, el metraje de esta pelicula animada se muestra tan potente como consecuente, con una fotografía y unos dibujos que se mueven entre el surrealismo y la realidad, entre lo onírico y lo terrenal, Vals con Bashir sorprende por su puesta en escena recia y cruda. Por su sorprendente personalidad y su desbordante equilibrio en el juego político de las culpas.

Vals con Bashir nos encamina por la mente de Ari Folman hasta los campos de Sabra y Chatila, en 1982, donde los seguidores del asesinado Bashir Gamanye y el ejército israelí perpretaron una masacre indiscriminada contra civiles palestinos.

Quizá sea en los dibujos de Vals con Bashir en donde reside la fuerza y la voluntad de enjuiciar. Dado que la animación entra más suave en los ojos del espectador, Vals con Bashir se adentra en el triángulo palestino-libio-israelí, toma el pulso de la situación histórica que han ido empañando los conflictos, la sangre, las iras de unos y otros y la religión; y nos muestra lo que realmente pudo haber pasado. La venganza de los de Bashir, el beneplácito de las altas esferas israelíes, la desidia de los militares... y el trauma.

Folman lo sabe. Sabe que los soldados, compañeros suyos que allí estuvieron y que no murieron, no pueden dormir. Sabe del silencio instaurado en su entorno. Sabe del olvido, de la ignominia del ser humano, de los políticos. Sabe de la ira y de la sangre. Folman se adentra en este mapa con asombrosa lucidez, con la inocencia de sólo poseer una historia más, elocuente y atrevida, de lo que pasó hace veinte años, de lo que pasó en un bando y en otro y de lo que hoy sigue pasando por la cabeza de muchos ejecutores y ejecutados.

Sin darnos cuenta, nos deja en la retina una historia, un juicio, una verdad tan pesada y aberrante como son las pesadillas. Quizá haga falta vestir de dibujos los horrores del ser humano para así poder darnos cuenta de como nuestras manos se manchan de sangre.

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