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sábado, 12 de diciembre de 2009

Signs

Graham Hess, un ex-reverendo que ha perdido la fe después del trágico fallecimiento de su esposa, vive con su familia en una granja en la pequeña localidad de Doleystown. Allí descubre por sus hijos lo que parecen unas señales realizadas en su cosecha. Señales que aparentan tener un carácter marciano.



Destripando.

Ya os lo dije en algún post anterior y os lo vuelvo a repetir: Shyamalan me tiene agarrado por los órganos reproductores, así que si ordena silbar, silbo.

Su cine se me ha revelado como uno de los sellos imperecederos en el género de la intriga (que no del terror) con películas como esta que hoy se nos presenta: Signs.

En Signs, Shyamalan se introduce en la familia de un predicador, Graham Hess (Mel Gibson), para relatarnos el fin del mundo de la mano de una invasión extraterrestre.

Así es, ni más ni menos, la pequeña hazaña del director. Aunque uno de los temas que más ocupa en la pantalla sea la pérdida de la fe por parte de un hombre religioso al ser maltratado por la vida, para mí lo realmente asombroso es lo relatado anteriormente: como en el culo del mundo se puede vivir una invasión extraterrestre con una emoción y una tensión pocas veces vista por el autor aquí presente.

Inspirado por H. G. Wells y varios de los clásicos de antaño, el talento que nace de Shyamalan se traduce en la creación de planos y en el movimiento de la cámara para contarnos la historia. Ahí es donde tiene el genio su genio. Un genio con una potencia y una precisión únicas, claro. Con un pulso férreo y sabiendo en cada momento cuántas gotas hay que echarle al tema, Shyamalan hace que apretemos el esfinter de tal forma que no podamos articular palabra ante la pantalla.

Hay que destacar el gran trabajo de los actores. Mel Gibson como Graham Hess nos deja una buena interpretación; Joaquin Phoenix como Merrill, el hermano pequeño, también está a la altura (lástima que se le esté yendo la perola); y los niños Rory Culkin y Abigail Breslin, Morgan y Bo Hess en la película, respectivamente están sensacionales como correa de transmisión durante toda la historia. Su interpretación nos deja escenas llenas de intriga, inocencia, tensión, humor y terror.

Para la duda dejo si es acertado mostrar al monstruo, al protagonista de las pesadillas. En toda la película no se muestra nítidamente y eso es precisamente lo acertado de la propuesta, el temor a lo insondable. Es curioso que la tensión se desvanece en el tramo final justo cuando el invasor muestra su cara, es ahí cuando la película pierde entereza y todo se va desmoronando en tópicos.

Qué grande hubiera sido si hubiese continuado con las propuestas de algunas escenas al final: el enemigo a través del reflejo. Nunca de cerca, sólo susurrado, siempre protagonizando la ingrata percepción de que el monstruo es horripilante, terrorífico, malvado.

Para quitarme el mar sabor de boca pensé en como utilizó el televisor (fíjate tú): ese denostado aparato que hace que nos retorzamos de dolor cada vez que vemos su programación y, sin embargo, que esplendor de cacharro cuando nos cuenta que el mundo se está yendo al garete imagen tras imagen.

1 comentario:

  1. El encadenado9/2/10

    Situemonos en un gran sofá, en una tarde-noche de un día cualquiera, con la unica fuente de luz que desprenden las llamas de un par de velas situadas de forma estrategica en la habitación, con una manta en nuestro regazo y con un silencio que deje escuchar la voz del señor Mel como un susurro. Solo entonces, y solo entonces estaremos listos para paladear ese ritmo "lento" como se merece. Como el buen indoamericano sabe, las prisas no son buenas...

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