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lunes, 27 de enero de 2014

El juego de Ender (Ender´s Game)


El juego de Ender

Ender es un niño elegido para formarse en la escuela militar que prepara a futuros comandantes para dirigir a las fuerzas humanas contra los Formics, una raza alienígena que pretende enfrentarse sesenta años después a los humanos.



Destripando, que es gerundio. 

El juego de Ender, novela de Orson Scott Card, trazaba con diáfana y aséptica prosa la selección de niños para un entrenamiento exhaustivo llevado a cabo por la máxima autoridad militar de la Tierra para combatir a un enemigo que antaño había intentado invadir y aniquilar a los humanos. Mediante un duro programa de entrenamientos y futuristas máquinas de simulación, se instaba a los niños a combatir usando complejas estrategias y, sobre todo, forjando una personalidad y el trabajo en equipo que, a la postre; serían los futuros líderes que comandarían al ejército de la raza humana. Y todo ello, con un sólo objetivo, combatir a los Formics.

El señor Scott le dio a Ender, un niño con talento para la estrategia, el peso y el hilo argumental que llevaba al lector a sufrir la transformación psicológica a la que se vería obligado para llegar a convertirse en lo que estaba predestinado a ser: un héroe. Para ello tendría que sufrir diversos procesos en su aprendizaje: la soledad, la desafección, aprendería a establecer lazos de confianza, a creer en si mismo, a superar todas las pruebas inimaginables, la tórtura psicológica y física que soportaría en un batalla real... Y todo ello en el menor tiempo posible, pues la guerra se avecinaba.

En la película de Gavin Hood se aprecia, sobre todo, el diseño y los gráficos de tan tremenda elegía espacial. Aunque he de decir que es lo único en lo que medianamente acierta.

La película se sustenta en un guión muy blando, en el que la profundidad de los personajes y su carga emocional no existe. Cuando veo desfilar a los actores que hacen la película, no empatizo con ellos ni con sus diálogos o situaciones. Noto con desinterés los argumentos vagos que utilizan cada uno de los personajes para tomar las decisiones que toman, noto la fatiga de un batiburrillo de situaciones que pasan rápidamente y en el que no llega a ver ninguna reflexión póstuma. Los personajes no conectan conmigo en ningún momento. Y eso que he bajado el listón porque: 1, la ciencia ficción me pirra; y 2, sabía de lo complicado de la adaptación del libro. Pero ni con esas.

A ver, Ender va a tomar decisiones que marcarán su vida y la de la raza humana para siempre, y en ningún momento noto ese peso en su personaje, ni aún disfrazando la hazaña de la guerra en un simple videojuego de salón. No intuyo el deterioro físico o psícico que le llevan a abandonar la misión. Así como tampoco intuyo por ningún lado el peso y el sacrificio que llevarán a Ender a inmolarse por el bien de la raza humana. Y como él, a todos los demás. Estamos hablando de un programa de entrenamiento que haría parecer una monja al sargento Hartman, porque yo entiendo que esos niños, a parte de ser arrancados de su infancia y sus juguetes, son llevados al extremo máximo de resistencia personal. Que es encararles en una batalla transcendental para el devenir de los humanos. Y no van a ser soldados rasos, no... serán ni más ni menos que los jefes máximos de la fuerza militar humana.

Cuando termina la película siento la decepción de una historia que podía haber sido dura, compleja y profunda; que se queda con la misma carga emocional que al echar una partida al Space Invaders.

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