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lunes, 1 de diciembre de 2014

Fury (Corazones de acero)

Fury narra las vivencias de un grupo de soldados capitaneados por Don Wardaddy durante los últimos meses de la Segunda Guerra Mundial. El tanque, de nombre homónimo, tendrá que batallar contra las últimas tropas nazis en su avance hacia Berlin.







Destripando. 

En abril de 1945, Alemania está al  borde de la rendición. La Segunda Guerra Mundial toca a su fin y sólo quedan algunos puntos de resistencia antes de que Berlin caiga. En su avance hacía la capital nazi, el tanque Fury y sus cinco ocupantes se verán impelidos a combatir y aplastar las tropas alemanas que aún se oponen al avance aliado.

Cuando Steven Spielberg logró impregnar con potente personalidad el dramatismo de la guerra en Salvar al Soldado Ryan, no sólo estaba alumbrando un capítulo bélico más en la historia del cine, sino que creó un espejo gigante sobre el que aglomerar y comparar a las postreras películas de guerra.

Visto desde esta perspectiva, Fury es un ejercicio futil. Una historia simple que engloba los rasgos propios de la película de Spielberg y que ni avasallan al espectador, ni ofrecen otra sorpresa que las ya consabidas casquerías y explosiones. Era Fury un interesante punto de vista dentro de la guerra, como lo fue en su momento La bestia de la guerra, el asfixiante y claustrofóbico espacio de un tanque podría potenciar el dramatismo de la experiencia de la guerra. Sin embargo, Fury se queda en eso, un simple destello con algunas imagenes visualmente conseguidas. 

Tampoco su elenco protagonista puede combatir el flojo guión, destemplado en sus dialogos y su ritmo, con Brad Pitt de estandarte y Shia Lebouf o Jon Bernthal en segunda linea. 

Más allá de sus protagonistas y alguna que otra escena, la película es olvidable. Fury es un producto bélico fallido.

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